lunes, 8 de octubre de 2012
jueves, 4 de octubre de 2012
Animación en el aula
Los
avances tecnológicos y la incorporación de las netbooks en el aula,
posibilitan acercar un género cinematográfico tan antiguo como el
cine. Años atrás resultaba difícil experimentar técnicas de
animación tradicional en la escuela. Al simplificarse las
posibilidades de registro y edición audiovisual, contamos ahora con
las herramientas necesarias para viabilizar un proyecto original que
potencia la capacidad de creación y el trabajo en grupo de los
alumnos.
Al
desplegar un proyecto de estas características, corremos con una
ventaja considerable: la animación seduce, motiva y sorprende a
niños y adultos por igual. Lo hacía en el siglo XVII con las
funciones de las linternas mágicas y lo hace ahora con filmes que
aprovechan el avance de las nuevas tecnologías. Pero, de cualquier
manera, los progresos tecnológicos lejos están de hacer obsoletas
las técnicas tradicionales de animación. El carácter artesanal de
una huella dactilar modelada en la plastilina o el gesto expresivo de
una pincelada en un papel siguen manteniendo el espíritu fascinante
del género que nos ocupa. También es innegable el carácter lúdico
que éste encierra: dejen a los niños armar formas en plastilina,
dibujar y recortar personajes en papel o reunir muñecos diferentes,
y de inmediato se pondrán a jugar. Esto sucede porque la animación
crea universos de miniatura y ese terreno es propiedad de la
infancia.
La
animación es arte, cine, narración, trabajo en equipo y mucha
acción. El objetivo de este proyecto es animar a que los chicos (y
docentes) entren en este mundo mágico.
Como
docentes sabemos que el proceso es tan o más importante que el
producto realizado porque –como todo buen proceso– deja un
valioso bagaje de enseñanzas. Asumir este proyecto implica una
responsabilidad y necesita de estrategias que, en mi trabajo escolar,
desarrollaré con los alumnos:
•
Partir de saberes previos e intereses del grupo (teniendo en cuenta
que es un género que los chicos reconocen y consumen). Al indagar
los saberes previos, tendremos que reforzar contenidos y buscar
actividades que ayuden a educar la mirada, la desarrollen y
potencien.
•
Buscar aliados: no recargar en nosotros toda la responsabilidad. Es
importante encontrar apoyo en docentes y –por qué no– en padres
para aquellas áreas que no dominamos y que forman parte del proceso
de realización. Las producciones realizadas en el taller de
stopmotion se musicalizaran el el taller de música.
•
Organizar al grupo. Distribuir diferentes roles y responsabilidades.
Como sabemos, el cortometraje necesita de numerosos aportes desde
diferentes áreas. Los alumnos deben tener la posibilidad de
experimentar y participar en todas las etapas de realización, de ahí
la importancia y ventaja que conlleva realizar este proyecto con un
grupo de chicos reducido. Por otro lado, las herramientas
audiovisuales actuales permiten observar y evaluar los resultados
parciales al final de cada jornada. Esa posibilidad genera confianza
en el proceso e impulsa a continuar.
•
Establecer acuerdos en las ideas. Como todo trabajo en grupo
realizado a conciencia, todos pueden opinar, sugerir y aportar en
todas las etapas de realización. Estaré permeable a esas
intervenciones (nadie domina tanto del género como los niños).
Señale
al principio que el objetivo del proyecto es animar a los chicos para
que entren en este mundo mágico. Quizás la mejor manera de evaluar
el proyecto sea observar la satisfacción de los realizadores al ver
el cortometraje terminado y al compartirlo con la comunidad
educativa. Posiblemente, la respuesta al esfuerzo de tantas horas de
trabajo para un resultado de unos pocos minutos esté en observar el
asombro en la mirada de los espectadores –niños y adultos– ante
la ilusión de movimiento que generamos en nuestra pequeña
producción audiovisual.
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